jueves, 15 de mayo de 2014

SALIR CORRIENDO (CUESTA ARRIBA)



Salir corriendo me huele a café de sobremesa, de esos de cafetera de fogón a media tarde. Salí escopeteado cuesta arriba. Yo era solo un crío y decidí darme a la fuga así sin más, dejando allí el arma del delito, las muestras, mis huellas dactilares e incluso quedó allí inmobil el peluche compañero de aventuras, al cual días después pude recuperar.

Era domingo por la tarde a la hora de la siesta, por eso el estruendo fue aún más grande, tanto que enmudeció a todo aquel que se encontraba en las casas colindantes. Con tan solo un disparo la primera maceta saltó por los aires en pedazos y los pétalos de los geranios revolotearon sobre los demás que allí se encontraban jugando conmigo. Sonó el estrépito y varios fueron los que se asomaron a balcones y ventanas varias.
Siempre tuve fama de travieso. Chiquitito, de pelo rubio alborotado, mirada alegre y con mi camiseta favorita, la de color rojo con dos palmeras de isla paradisiaca.

Descalzo corrí calle arriba, huyendo de la abuelita de Rosa (la guapa de la calle de abajo) como quien huye de un asesino. Manuela me perseguia escoba en mano, la de la escoba de bruja, le decía yo. Tras ella corrian el resto de niños del barrio escondiéndose por los portales, asomando los ojos para presenciar el espectáculo fruto del balonazo que rompió la paz de aquella siesta. Solo un balonazo bastó para hacer un efecto dominó de macetas floreadas.

Recuerdo con una sonrisa la bronca monumental de mis padres y el rato (una eternidad) castigado en el rincon de la escalera sin rechistar. También recuerdo el pedazo de pastel de queso con arándanos que me comí en el patio de casa, previa reconciliación y después de pedir disculpas a la señora de la escoba de bruja.  A la sombra del limonero y con el olor de sus flores, se me olvidó el berrinche que ahora recuerdo al lado del limonero taza de café en mano.