Amanecer casi a oscuras, azul oscuro del ambiente, cielo azul oscuro, casi negro que poco a poco cambia su tonalidad a un azul menos intenso pero con más luminosidad. Nuestras miradas verdes, ahora se tornan azuladas también. Nuestra piel azulada de la misma forma y el pelo, el cuerpo entero y nuestras vestimentas también se tiñen de azul oscuro del amanecer en el que nos encontramos.
Podría haber amanecido con tonos más agradables y acogedores, tonos cálidos, amarillos, rosas, lilas o hasta incluso anaranjados, pero no, hoy no... Después de tantos kilómetros recorridos ha amanecido azul oscuro.
Tú y yo de la mano.
Caminamos entre las rocas cuesta abajo, rocas azules de escasa vegetación azul. Nuestros pies azules, los cordones de tus zapatillas azulados y mi sandalias al compás. Las rocas más cercanas al agua se mezclan con tonos turquesas y van cambiando su tonalidad, partiendo de ese azul oscuro hasta llegar casi a su transparencia.
Lo único que conserva su tono original es la luz que viene y va.Tan solo unos segundos nos separan de ella y de su realidad mantenida por la intermitencia de su existir. Segundos que nos abren el camino para atravesar las rocas para llegar a nuestro punto de partida.
Abajo, en las rocas, sintiendo el alma azul, nos mojamos los pies, despojándonos de calzado, ropas y detalles que nos adornan. Todo lo que nos rodea sigue azul, pero ahora con tonalidades más cálidas y a pesar del agua helada, disfrutamos de este baño matinal.
Al sumergirnos poco a poco el azul desaparece. Solo es cuestión de minutos y sentimos un día más la calidez del sol en la cara.
Así amanece contigo.
Te observo, te miro y me correspondes. Nos abrazamos para que los pies entren en calor. Nos besamos y besas mi nariz congelada.
Hoy va a ser un gran día.
La luz intermitente ha dejado de brillar.
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